Introducción General

Juntamente con esta proliferación de símbolos locales, han ido apareciendo una serie de libros recopilando los escudos y banderas locales de distintas zonas de España. Así se han publicado libros sobre las Comunidades Autónomas de: Galicia, Cantabria, Aragón, Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía, La Rioja, Madrid Canarias y Asturias. También se han publicado libros a nivel provincial: Vizcaya, Ciudad Real, La Coruña, León o Lugo. Algunos de ellos han tenido una única edición mientras que otros se reeditan con las novedades que se van produciendo. Algunos tienen detrás el apoyo de instituciones públicas y otros son ediciones particulares.

Pero a pesar de este incremento notable de banderas y escudos este mundo sigue siendo en gran medida un terreno desconocido para la mayoría de la sociedad, aunque tras cada una de estas palabras, bandera y escudo, existe una disciplina dedicada a su estudio: la Vexilología y la Heráldica, respectivamente.

La Vexicología

La Vexilología es una disciplina auxiliar de la historia, cuyo cometido es estudiar las banderas, pendones, estandartes u objetos afines en todas sus facetas: origen, tipología, significado, descripción, usos, etc. El nombre, creado en 1957 por Whitney Smith, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Boston, procede de la palabra latina “vexillum”, un tipo de estandarte usado por el ejército romano.

Desde los tiempos más remotos, un objeto colocado en lo alto de un palo ha servido de signo de identidad, de autoridad o de referencia para los grupos humanos. En un principio se trató de cráneos, colas o pieles de animales; más tarde, esos animales, u otros elementos con los que el grupo se identificaba, fueron reproducidos en siluetas o estatuas que se enarbolaban sobre un asta, como los que se representan en relieves y pinturas del antiguo Egipto. Prácticamente todos los pueblos de la Antigüedad usaron banderas de algún tipo con fines militares o religiosos, pero sólo conocemos bien las de los romanos, como el ya mencionado vexillum. Fueron los chinos quienes crearon el concepto actual de bandera al sujetar paños de seda a los mástiles, concepto que fue asimilado por los árabes, de quienes los cruzados lo tomaron y transmitieron a Occidente.

A lo largo de la Edad Media, el uso de las banderas se fue extendiendo desde el ámbito militar a otras áreas de la sociedad, como los gremios, las universidades, las cofradías, y los concejos municipales, cuyos pendones y standartes son el antecedente de las modernas banderas institucionales.

El desarrollo de la navegación a partir del siglo XV trajo consigo la generalización del uso de las banderas como medio de identificación de los buques, ya que las grandes telas de colores resultaban relativamente fáciles de distinguir a distancia en alta mar. Además, esto llevó a una paulatina normalización y a la aparición de recopilaciones de banderas de los distintos países para uso de los marinos.

Con las revoluciones americana y francesa, a fines del s. XVIII, las banderas adquirieron un nuevo significado, al representar al conjunto de ciudadanos de un territorio. Surgieron así las banderas nacionales, y por analogía y a distinto nivel territorial las regionales, provinciales, comarcales y municipales.

La Heráldica

Desde la más remota Antigüedad los guerreros se han adornado con emblemas que permitieran su identificación en el campo de batalla, y para ello un lugar preferente lo constituía el escudo, cuya amplia superficie permitía desplegar motivos pictóricos con una gran visibilidad. Sin embargo, salvo escasas excepciones estos emblemas tenían un carácter estrictamente personal y no respondían a ningún tipo de criterio establecido. Esto siguió siendo así durante la Alta Edad Media, pero a finales del siglo XI, y sobre todo a lo largo de la centuria siguiente, se produce un curioso fenómeno: los emblemas se van “estandarizando”, se van configurando una serie de diseños que se copian de un personaje a otro, se modifican, se mezclan y, lo que es aún más importante, se heredan de padres a hijos, pasando de ser unos distintivos personales a representar a toda una familia o linaje. A este proceso contribuyen poderosamente unos personajes que se dedican a recopilar y difundir en obras manuscritas estos emblemas: los heraldos. Estos empleados de las cortes señoriales, cuya función original era la de servir de mensajeros y embajadores, dieron nombre a la disciplina que se ocupa de la recopilación y estudio de los escudos heráldicos.

En un principio reservados a los reyes y grandes señores feudales, el uso de escudos heráldicos o armerías, como también se les conoce, se extendió progresivamente al resto de la nobleza. Y poco a poco fueron perdiendo su carácter de distintivo militar para pasar a ser representados en sellos, muebles, vestidos, etc., con lo que el uso se extendió a las mujeres y clérigos nobles, y más adelante a los burgueses, artesanos y jueces, capítulos, corporaciones, comunidades urbanas, comunidades eclesiásticas y órdenes religiosas, señoríos, dominios, provincias, universidades y administraciones civiles...

En España, conforme avanza la Reconquista, los reyes leoneses, castellanos o aragoneses conceden diversos privilegios (fueros) a los habitantes de las poblaciones reconquistadas o fundadas en los territorios arrebatados a los musulmanes, como forma de premiar los servicios prestados y para asegurar su asentamiento estable. Entre estos privilegios aparece con cierta frecuencia el de usar sello propio, lo que constituirá el símbolo de la autonomía del municipio. De estos sellos municipales evolucionarán muchos de los escudos heráldicos de las correspondientes corporaciones, por lo que constituyen una fuente valiosísima a la hora de crear o rehabilitar estos emblemas en la actualidad.

Los símbolos locales en Castilla y León

Durante la Edad Media tenemos numerosas noticias del uso de pendones por las milicias concejiles de los reinos de Castilla y León cuando salían a combatir, bien convocadas por el rey o su señor correspondiente, bien por propia iniciativa, algo relativamente frecuente en los concejos fronterizos.
Tras estos siglos de esplendor la vexilología local languideció, desapareciendo la mayor parte de las banderas al no tener ya una utilidad práctica. Algunas se fosilizaron y dieron lugar a estandartes usados en la actualidad por cofradías, con los cambios lógicos debidos al hecho de hacer nuevas banderas según se estropeaban las antiguas. Otras pocas se reconvirtieron y pasaron a ser la base de los pendones usados en las ceremonias de “Alzamiento del Pendón”, usadas cuando se producía la proclamación de un nuevo rey. Pero estas banderas usadas en las ceremonias de Alzamiento trascendieron a los primitivos pendones concejiles, pues solían llevar el escudo real en el anverso y el municipal en el reverso.

Por ello, no es hasta el último cuarto del siglo XX cuando, tras la llegada de la democracia y el estado de las autonomías, las entidades locales castellano-leonesas, junto con las del resto de España, se comienzan a plantear la necesidad de adoptar sus propias banderas y escudos, o rehabilitar estos símbolos en el caso de que ya existieran.

En España actualmente existen 8.152 municipios y 3.725 entidades de ámbito territorial inferior al municipio, lo que se conoce en Castilla y León como Juntas Vecinales. De estas entidades corresponden a Castilla y León 2.248 municipios y 2.233 EATIM, en total 4.481 localidades. Es difícil estimar el número de estas localidades que disponen de símbolos propios, pero probablemente superen el millar y con seguridad el medio millar. Debido al gran número de entidades locales de Castilla y León, su riqueza heráldico-vexilológica es grande, y mayor será en el futuro.

En el caso de Burgos, el número de municipios es de 371 (el mayor de España) y el de Juntas Vecinales de 654 (el segundo, solo detrás de León), es decir, algo más de 1.000 entidades locales, de las cuales con toda probabilidad al menos entre 300 y 400 disponen de escudo y una cuarta parte de bandera. En este sentido, es de destacar el papel fundamental de la Excma. Diputación Provincial de Burgos que desde hace años viene impulsando y apoyando económicamente la adopción de símbolos propios por las entidades locales de la provincia, caso único en España.

Sin embargo, hasta la fecha, y exceptuando la pequeña y meritoria obra de Fray Valentín de La Cruz en su libro Burgos. Heráldica municipal”, no se había publicado ninguna recopilación de los símbolos locales de la provincia, y por ello es especialmente oportuna esta iniciativa de la Excma. Diputación Provincial de Burgos, que viene a cubrir un hueco en la Vexilología y la Heráldica españolas, como corolario lógico a una política que a nosotros, como miembros de la Sociedad Española de Vexilología, nos congratula y nos parece un ejemplo a seguir.